Acaba de presentar su tercer trabajo ‘Cuando el río suena…'(2017) que se unen a los anteriores “Con derecho a” (2013) y “Quien me ha visto” (2015). Hace ya un tiempo se paso por El Café Teatro y en el 2013 se dejo ver por la Sala Porta Caeli…en este tiempo ha crecido y ampliado su publico; ha girado por América, visitando Argentina o Colombia, ha pasado de aforos de 300-400 personas a recintos de 1300-1500 y todo a base de trabajo y de mucha dedicación. Su cancionero transmite luminosidad en un discurso que reivindica la justicia y defiende algunas de las causas importantes, aunque en ocasiones relegadas, de esta sociedad: memoria histórica, lucha contra el cáncer, feminismo….todo aderezado con esa simpatía, con esa alegría que transmite y esa capacidad de comunicación de la que esta dotada, y es que esta manchega de nacimiento, sobrina de político notable, «guapa no, si acaso simpática, resultona….en sus propias palabras», se esta haciendo un hueco en esta difícil industria.
Sobre el escenario creo que la acompañaban los habituales Álvaro Gandul, acordeón y teclados; Samuel Vidal, guitarra e Ismael Guijarro, guitarra, del resto de la banda no he encontrado información, sin olvidarnos de ese 50%, o mucho más, que responde al nombre de Beatriz Romero, y que traslada al lenguaje de los signos cada palabra y cada verso de la cantante en todo un espectáculo coreográfico paralelo. Mucha gente, unas 1300 entradas vendidas y el cartel de «no hay billetes» colgado desde hacia unos días, todo arranco con «La puerta violeta», cuya letra representa un portazo a la violencia machista, tubo un recuerdo para las víctimas del cáncer con «Vivir» y no se olvido de la de la memoria histórica con «Justo», el tío abuelo de Rozalén, desaparecido en la guerra civil, cantante como ella, del que muy recientemente se ha encontrado la fosa común donde reposan sus restos. Entre tema y tema se escuchaba un silencio respetuoso donde ella aprovechaba para hablar de sus cosillas e introducir los diferentes temas que, además, eran interpretados con una sentida emoción. De este su tercer trabajo cuentan que bebe «del folclore de Violeta Parra que se contagia del ritmo del drum and bass» (un tipo de música electrónica que aparece en Jamaica), para dar como resultado un proyecto sobre todo personal, «fruto del viaje interior realizado en los dos años transcurridos desde la publicación de su último trabajo». Dice que “siento la responsabilidad de contar nuestra historia. Se cerró la herida, finalizó la etapa de duelo, se respira paz”, en referencia a su tío abuelo, aunque esto último es algo que no todos pueden decir en este 2018.
Rozalén ha crecido, ha pasado de llenar pequeños bares a locales de capacidad medias, (salas de congresos, teatros etc…), y en una curiosa crónica de su paso por la Laboral de Gijón, la cronista la pedía que no creciera más….no seré yo quien ratifique esa opinión, al contrario que crezca, pero si la pediría que recuerde siempre sus inicios, porque si existe algo muy común entre los músicos nacionales es olvida con relativa facilidad sus inicios llenos de sudores y penurias….y, no olvidemos, que la banda también es Rozalén y tiene nombres y apellidos.
Acabado el concierto relata que «hacía tiempo que no sudaba tanto unas canciones…», después de su actuación dentro del ciclo Conexión Valladolid 4.0 en la Sala Blanca del Lava de Valladolid, el pasado día 3 de Marzo de 2018, y que se encontraba muy emocionada viendo la evolución de los conciertos a lo largo del tiempo, «Del Café Teatro para 60 a tantos cientos delante… Me emociona. Sois muy especiales para nosotros…», y sin duda todo esto es cierto, aunque esta otra de «anoche volvió el Rock&Roll en Pucela!!!!! «…es mucho más discutible.