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No soy de Palencia, pero siento una cierta admiración por esa pequeña ciudad, que si, acaso, como única pega la pondría que, presiento, es bastante clasista, pero que a nivel cultural mantiene una línea más que interesante que en ocasiones sonroja (o por lo menos debería, si nuestra supuesta superioridad nos lo permitiera) a la vecina y poblada Valladolid.

Su ciclo Palencia en Negro es uno de esos eventos culturales que se tienen que seguir y apreciar….una larga trayectoria donde se dan cita una serie de grupos de una reconocida calidad, al margen de su mayor o menos popularidad entre el gran público, y que llenan esa Plaza de la Inmaculada, que durante cuatro días, se convierte en el epicentro de la música negra en este País, un sobrenombre, que como el del mundo del jazz da cabida a muchos estilos y maneras diferentes de entender la música.

Igual que en Rebelión en la Granja, estos pollos convirtieron la Plaza de la Inmaculada, (donde no entraba ni un alma más), en la Granja Solariega, donde disfrutaron y nosotros con ellos, algo muy a tener en cuenta en estos tiempos complicados, unos tiempos en blanco y negro, donde la cultura en general y la música en particular, aportan algo de color y luz a la vida. Una formación que rompió el cascarón sobre el 2010 en la planta superior de una sucia tienda de pollo frito en Holloway Road (Londre), desde donde, curiosidades de este mundo, han revivido «el espíritu del sonido del rock’n’roll del Pacific Northwest». A lo largo de estos 12 años han editado cinco trabajos: «Music for Chicken» (2012), «Solid Gravy!» (2014), “It’s MFC Chicken Time!” (2015), «Goin’ Chicken Crazy» (2016), y el reciente «Fast Food And Broken Hearts» (2020), un trabajo con 14 nuevas piezas de rock and roll, frat-rock y rhythm and blues.